martes, 1 de julio de 2008

REFLEXIÓN EN TORNO AL MURO DE BERLÍN

El origen del muro de Berlín se encuentra asociado a los inicios de la Guerra Fría algunos años después de la 2ª Guerra Mundial (1961) y constituyó una expresión física del esfuerzo de la Unión Soviética por generar una separación entre el mundo capitalista occidental y el territorio socialista de oriente.

Debe su nombre al hecho de haberse erguido en la ciudad capital de Alemania Oriental (Berlín), que como resultado de la 2ª Guerra Mundial había quedado en manos del ejército soviético, mientras que el resto del territorio, estaba en poder de las tropas aliadas (Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia).

En mi opinión, el muro de Berlín fue una medida equivocada, toda vez que las ideas se combaten con las ideas y no por medio de acciones físicas, es más el hecho de haber levantado este muro sólo generó división y deseos por parte de los alemanes orientales de escalarlo y llegar a la “libertad” que Bonn (capital de Alemania Occidental) ofrecía.

Es curioso reconocer que durante el siglo XX, hubo tal grado de sobre ideologización que resultaba imposible poner de acuerdo a personas que hasta años antes pertenecían a un mismo país, el caso de Alemania, y que daban cuenta de similares formas de vida.

Destruido en 1989 por los propios Alemanes, tanto del este como oeste, su derrumbe marcó el fin de la Unión Soviética y el proceso de conversión del socialismo al capitalismo, lo que ha generado los mismos fenómenos de desigualdad y acumulación de riqueza que son típicos de los países occidentales. Por lo anterior, si bien su destrucción significó avanzar en el proceso de democratización de la Alemania Oriental, por otra parte configuró un modelo de sociedad menos justa e igualitaria que los antiguos alemanes tuvieron en los momentos en que pertenecían a los países de la Europa del este.

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